| Por lo regular cuando se produce un el golpe de estado, el hecho llega matizado por el factor sorpresa. En el caso de 1963 en República Dominicana, el depuesto Presidente Juan Bosch sabía con antelación que se conspiraba, pero aún así hizo poco o nada para evitar la caída del gobierno. La conjura era tan abierta que se persibía que algo grave se tamaba. Antes del derrumbe, el ex-presidente Joaquín Balaguer declaró desde el exilio que la crisis dominicana era fruto "de una administración descuidada, caracterizada por el exceso de politiquería".
Juan Bosch lo sabía casi todo, pero rehusó tomar las medidas que impidieran su salida del Palacio, pese a su filo político, sus relaciones internacionales, su largo exilio y las experiencias al lado de figuras como Carlos Prío Socarrás, Rómulo Betancourt, José Figueres, Luís Muñoz Marín y Fidel Castro. Se quedó de brazos cruzados hasta que se produjo la desgracia.
Meses antes, el Presidente recibió las confidencias, el 13 de Julio de 1963. Se reunió con la cúpula militar en la base aérea de San Isidro y el 16 dirigió al país un discurso y se refirió a las pretenciones de los mandos militares. Bosch dijo: "No puede haber democracia en un país con militares políticos, y como los nuestros han dejado de ser militares para convertirse en políticos, bajo esas condiciones yo no puedo seguir gobernando, no he vuelto al país para ver derramar la sangre de los dominicanos".
Al parecer la suerte del primer ensayo democrático tras la caida de la dictadura pudo haber sido otra, de haberse protegido el gobierno, pero en los hechos no fue así. En lo que refiere a la conspiración, era compleja y tuvo varias fuentes: una puede atribuirse a la política exterior de Estados Unidos, si se toma en cuenta que durante la corta administración de John F. Kennedy fueron depuestos siete gobiernos en Iberoamérica y sustituidos por juntas militares, apoyadas por la Casa Blanca.
Otro de los orígenes de la suerte del Presidente Bosch se incubó en la cúpula de la Iglesia católica, que con la Constitución de 1963 vió anulados los privilegios que por años les otorgaba el Concordato. La Iglesia y el Pentágono insistían en la idea de que Juan Bosch era comunista; el tiempo demostró que ambos estaban equivocados.
A no dudarse, la mayor responsabilidad del retroceso al que fue sometido el país con el golpe recae sobre los altos mandos de las Fuerzas Armadas, cuyos miembros se empeñaban en mantener los criterios de su formación trujillista y, sin medir las consecuencias, se embarcaron en la trágica aventura. La Iglesia Católica inició sus ataques antes de los comicios y mantuvo una actitud hostíl hasta su caida.
Todo gobierno está en derecho a defenderse, y por no hacerlo, al Presidente Bosch hay que adjudicarle parte de la desgracia ocurrida al país en 1963. El tiempo ha confirmado que desde junio, el coronel Rafael Fernández Domínguez informaba al Presidente los pasos que daban los conspiradore de las Fuerzas Armadas. Pero a pesar de las huelgas y la actitud de la oposición, Juan Bosch no le dió importancia a los informes del jóven militar. Una semana antes del asalto al Palacio, Juan Bosch abordó un avión que lo llevó a México para celebrar con su homólogo la Independencia de aquel país.
Al extremo llegaron las cosas que el dia 25 de Septiembre el periodista norteamericano Hal Hendrix denunció a través de los medios de prensa en Washington "que la recién ganada democracia dominicana estaba en peligro y que era posible que el gobierno de Bosch no sobreviva el resto del año". O sea que el ruido de la conspiración trascendió mas allá de los mares e hizo eco en las entrañas del pulpo y a sólo horas de la denuncia hecha por el periodista Hal Hendrix.
En realidad no se sabe qué habría ocurrido de haberse tomado algún tipo de medida para evitar el golpe. Lo que es innegable es el hecho de no haber hecho nada contribuyó a que se produjera el fatídico golpe de estado de 1963 y sus posteriores crisis en el suelo dominicano. Fuente: José C. Novas/www.almomento.net
14 Sep 2009 |
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